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Elegía del hermano mayor a la hermana poeta

Por Greta Montero B.

Guillermo Rivera: 2 Poniente a Ximena Rivera
Mundana Ediciones, 2023. 64 páginas.
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Este libro de Guillermo Rivera es un manuscrito de retazos del pasado, donde la infancia, la adolescencia, la adultez se entretejen en base a 28 fragmentos de memoria que se articulan en torno a la experiencia vívida de crecer con y amar a Ximena Rivera, la poeta y hermana fallecida hace diez años. Al mismo tiempo, este libro es una alegoría de la memoria a partir de lugares que nos construyen y nos determinan como sujetos. Allí están, como personajes más dentro del relato poético, la casa de 2 poniente, el cementerio de Santa Inés, el balneario de Las Salinas, la playa de 10 Norte, la piscina municipal de 8 Norte, el Sanatorio Marítimo, las fábricas, las embotelladoras, los tambores de las lavanderas, la Calle 8 Norte que dividía la ciudad en dos, las pozas de 9 Norte, el Asilo de los Dolores, entre otros lugares que se mencionan como testigos mudos del paso del tiempo, de lo vivido y lo naufragado.

Luego de los 28 fragmentos en prosa -a ratos poéticos- nos encontramos con “Elegía a 2 poniente”, un poema dividido en cinco partes, donde el hablante susurra al oído de sus fantasmas favoritos, un ayer que se desvanece y cuya interlocutora válida es la propia Ximena Rivera: “Pero, si ahora preguntara a mi hermana/ Por los minúsculos caparazones de las almejas/ O si los invisibles fantasmas de los almaceneros/ De la avenida San Martín/ Contaron para nosotros alguna vez/ Ella diría que sí,/ Que supone que sí”.

No solo los lugares condicionan el devenir del sujeto, su construcción identitaria, también lo determinan las lecturas compartidas y dialogadas con la hermana, similar y distinta a él, pero siempre amada y admirada. Así, tenemos por ejemplo a Droguett, Cortázar, Orson Welles, Camilo José Cela, Rimbaud, Carlos Franz, Anna Arendt, Rulfo, lecturas sobre las que no siempre están de acuerdo; un hermano inclinado hacia la prosa, la otra hacia la poesía, ambos amantes empedernidos de comprender el mundo a partir de la literatura y del hábitat que los cobija, como se aprecia en las palabras del narrador: “Nos movíamos. Acumulábamos lecturas y lecturas sobre lecturas”. “Entendí que mi lengua materna era una lengua en crisis … Mi espejo era el de la casa de 2 Poniente y el de cualquiera de las casas que habité después”.

La madre merece un lugar especial en la memoria. Se describe como una soñadora que alimenta su enorme sensibilidad del cine y las revistas: “Nuestra madre todo lo absorbía, era un rasgo particular de su carácter, aunque también una especie de fuerza”. “Nuestra madre seguía amando a nuestro padre con un amor atávico, confuso, ideal…Cuando la brecha se ampliaba ella caía en cama durante semanas, no podía mantenerse en pie. Su recuperación estaba ligada al cine y las revistas sobre cine”.

Otro elemento a destacar es la imagen de “Las meninas” que le hablan al narrador, simbolizan la mirada del niño. Para el narrador el infante es un superviviente, un fantasma en el recuerdo que atestiguó la pervivencia del cotidiano pobre y necesitado y que es capaz de revestir su testimonio con la fantasía. Los niños son en su memoria testigos mudos de la historia del país: “espectros anticipados cuyo memorándum está hecho por sus rostros de niños mirando por las ventanas”. El narrador de este volumen es un testigo de la enfermedad, de la pobreza, de la dulzura y la brillantez de la hermana perdida, es un relato elegíaco y amoroso. Un testimonio nostálgico de un pasado inalcanzable.

Greta Montero Barra (1986). Doctora en literatura por la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de poesía Dummies (2013), Balada del Señor Cuervo (2016), Un día quemaré sus castillos (2022) y el libro de cuentos Yo no soy esa (2023).

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