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Pohlhammer: multidimensional y poliédrico

Por Ramiro Villarroel

Erick Pohlhammer: Pelota muerta
Editorial Aparte, 71 páginas. 2022.
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Dionisiaco, surrealista, torrencial, místico y travieso, indómito y sofisticado, detallista y cósmico, son las primeras ideas que me aparecen en la cabeza cuando pienso en Erick Pohlhammer, hombre al que le apasionó “escribir libros, dar conferencias, hacer clases en colegios y universidades, inventar negocios culturales”, practicar el zen, así como también participar en programas de televisión como “Cuánto vale el show” con sus apreciaciones y estética junto a su conductor Leo Caprile, los críticos Ítalo Passalacqua y Enrique Lafourcade, entre otros. Hombre multidimensional, no cabe duda.

Con una decena de libros publicados, entre los que podemos mencionar Tiempos difíciles (1979), Es mi segundo set de poemas (1985) o Gracias por la atención dispensada (1986), en Pelota muerta encontramos un amplio registro de géneros, temas, dimensiones literarias y extraliterarias, que se articulan en tono al campo del fútbol. Pohlhammer va del ensayo a la crónica, del poema a la contestación, de la historia al sueño, canta loas y filosofa trenzándose alegremente con la física, el deporte, el movimiento, la anatomía, las matemáticas y la geometría, para entregarnos una antropología, una verdadera sociología y un psicoanálisis del fútbol, que atraviesa este volumen evolucionando felizmente en una poética humorística y pop. Obra poliédrica, llena de enseñanzas.

El caudal de referentes en la obra y mirada de Pohlhammer lo podemos encontrar en autores tan diversos como Parra, Lihn, Jodorowsky, así como en Pasolini, Freud o Lacan, Ouspensky o Gurdjieff. Un autor más cercano a sus contemporáneos Maquieira, Redolés o Lira; que a Elvira Hernández o a Armando Rubio; también criticado promisoriamente por Ignacio Valente, Jaime Quezada y Vicente Undurraga.

Textos pertenecientes al campo de la ética y la moral: “Los jugadores que perduran conservan el aplomo en la victoria como en la derrota” o donde levanta toda una filosofía del cuerpo y en especial el pie, con la que pasa por el ABC del fútbol, Homero (Aquiles, el de pies ligeros) y la teoría Gestalt: “el campo del juego del futbolista es la página en blanco para el escritor”, donde el futbolista es el “Inventor de jugadas sorprendentes”. Escritos donde también asume posiciones críticas con la mística o la religiosidad donde se pregunta si el fútbol es una cosa de tontos: “No estoy de acuerdo con mi gurú Ramacharaka./ Opina que después de la televisión chatarra/ el fútbol es el peor opio del pueblo/ parece que voy a tener que cambiar de gurú/ uno que ame los aviones las motonetas/ coma porotos con riendas vaya con la familia al cine. (…)/ El paraíso está en los ojos del contemplador”.

También, interesantes ejercicios hermenéuticos relativamente herméticos: “El árbol del fútbol chileno tiene dos largas ramas; la rama militar y la rama taoísta”. También una ontología: “y así es la vida del hombre en el mundo, rico y pobre, con goles y autogoles, victorias y derrotas, centros desperdiciados a boca de jarro”. Una interpretación del mundo y su juego de correspondencias. Prosigue: “Igual es bonito que al chileno le guste tanto el vino tinto y pichanguear y sorprender a todos con la talla a flor de labio”, la que se expresa sin complejos y resuelta, a la altura de la mejor literatura chilena contemporánea.

Ramiro Villarroel Cifuentes (1974). Escritor y crítico literario. Ha publicado el libro de teoría estética Laboratorio Temuco (2017) y el libro de poemas La Tierra (2019). Colabora con el diario El Mostrador y dirige la Fundación Nativa para las Artes y la Educación.

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