En 1993, con ocasión de la publicación de Operación Shylock, una de las mejores novelas de Philip Roth, su gran amigo y rival John Updike firmó una ácida reseña en The New Yorker donde afirmaba que el lector ideal de un libro semejante sería quien se interesase por el desarrollo de la novela posmoderna inspirada por el deconstructivismo… o por Philip Roth. En aquella novela, un personaje llamado Philip Roth (en todo indistinguible del autor) viajaba a Israel para encontrarse con su doble, un hombre con el que compartía nombre y fisonomía y que se hacía pasar por el famoso escritor para promover el regreso de los judíos a Europa (el libro también dio origen a Deconstructing Harry, una película en la que Woody Allen analiza irónicamente el tema del desdoblamiento del autor y la relación entre vida y obra).
La lectura de Disecado, de Mario Bellatin, mucho menos placentera que la de Operación Shylock, sugiere, sin embargo, una reflexión similar a aquella que Updike le dedicara a Roth: el único lector posible de un texto semejante es quien se interese por Mario Bellatin. No el escritor, sino la persona.
