Resulta imposible separar la política y las papas. Esta frase, que se repite en Tierra cruda, es el bulbo de la aventura culinaria que emprenden dos científicos de la revolución, Parmentier y Verchere, para convencer a los poderosos capitalistas de que una antigua siembra chilota y quechua erradicará el hambre de la humanidad.
La historia de la papa en los decadentes imperios europeos tendrá consecuencias insospechadas y se ramificará en esta, la undécima novela de Antonio Gil —como en todas las suyas— hacia el pasado para ofrecer una posible redención al inca Atahualpa, al peluquero de Marie Antoinette, al cronista Jiménez de Quesada, a Mariman y al pirata Drake. También hacia el futuro, en forma de recetas para una justicia alimentaria de quien lee.
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