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Hasta que desperté de mi locura

por Sebastián Astorga




Florencia Abadi, El nacimiento del deseo.
Pólvora Editorial, 2023, 81 páginas.
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“¿Qué es esa cosa llamada amor? ¿Quién puede resolver su misterio?”, se pregunta Sinatra en ese hermoso tema de Cole Porter grabado en 1955. “¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor? ¿Quién es?”, insiste Gonzalo Rojas en ese poema notable publicado en Contra la muerte (1964). La pregunta es fundante. “De qué hablamos cuando hablamos de amor, por qué cantamos canciones de amor”, continúa Andrés Calamaro, “si suenan mal y nunca tienen razón”. En fin. La historia humana está atravesada por esta interrogante, que conjuga, pone en juego y obliga a pensar sobre los mecanismos fundamentales de lo existente, la vida y la muerte. La filósofa y escritora argentina Florencia Abadi, en El nacimiento del deseo, asume el desafío de volver sobre este asunto, el amor erótico, el deseo, y que suene bien y razonable.

Como Gonzalo Rojas, su búsqueda necesariamente nos lleva a charlar con Dios y los dioses, e intentar desentrañar la trama y los símbolos tanto del Génesis bíblico como de la mitología griega. Ejercicio que, en la mejor línea freudiana, es una invitación a pensar la actualidad psíquica y cultural. En el origen, para que haya deseo y amor, debe existir una falta. Un agujero en la totalidad, una falla en la unidad que genere el movimiento: la curiosidad, la búsqueda, el ir hacia un otro que no soy yo ni mi madre. Somos lanzados al amor –I fall in love too easily, canta Chet Baker–. El amor y el deseo –se trata acá del amor erótico, no del philial (amor amistoso) ni del agapé (el amor compasivo), las otras formas como se entiende el amor– son una caída, algo no previsto, no razonable, que nos divide y toma posesión de nosotros. Caemos del vientre materno a la vida, dejamos el paraíso de la unidad acuosa –en la que se ahoga Narciso–, mordemos la manzana del conocimiento –aquello que nos estaba prohibido y que envidiamos por no poseer– y somos lanzados al conflicto y a la aventura.

Idea provocadora: la envidia, “el goce que le suponemos al otro” –dice Abadi– “gatilla el deseo”, está antes que el propio Eros, el dios de la continuidad de la vida, del amor, representado como un niño con un arco y flecha “que se divierte llevando el desasosiego a los corazones” (P. Grimal). Las piezas están puestas. Primero “un pasaje del narcisismo al erotismo”, del Paraíso o vientre materno a la indefensión, a la incompletitud, a ser sujeto de deseo. Un mediador (la serpiente, la flecha) que muestra la falta, hiere, genera la envidia (el odio) y la rivalidad. El deseo –como dulce condena– de búsqueda de posesión del objeto amoroso. La valentía para aventurarse y transgredir la ley en pos de ese objeto.

Y el problema no termina ahí. “Es tan fácil perder la razón”, sigue Calamaro. Y es que ese objeto amado, Dulcinea, es una proyección del loco enamorado, que pone toda su ilusión en él, lo inviste, lo “enigmatiza”, “atribuyéndole el carácter de lo extraordinario”, anota Abadi. El objeto, entonces, peligroso por mostrar nuestra propia indefensión, debe ser controlado: “tú eras mi perro fiel, yo era tu guía”, alucina Emmanuel antes de la caída del velo. Luego, y desde este punto, podemos comprender el dolor terrible de la pérdida, cuando cae el amor proyectado, se despierta de la locura, aparece la mentira y todo se derrumba, “dentro de mí, dentro de mí”, insiste la canción.

Como si fuesen ensayos independientes, Abadi en cada capítulo vuelve a mezclar las cartas y sumar ideas, mostrando la riqueza y complejidad de la cuestión hasta el punto de revelar un malentendido fundamental, que erotismo y amor “tienen lógicas distintas, incluso opuestas” cuya confusión ha sido un ardid para ocultar el sufrimiento de su conflicto: “Se desea a expensas del amor y se ama a expensas del deseo”. Bataille, Freud, Klein, Shakespeare, Ovidio, Girard, Kierkegaard, Nietzsche, San Agustín, Sade, Platón, son convocados para rodear este incandescente núcleo problemático, this funny thing called love, this crazy little thing called love, solo posible de sondear en el tanteo de más libros, canciones, caídas y corazones rotos.

Sebastián Astorga A. (Chile, 1980). Doctor en Literatura (PUC), Magíster en Estudios en Arte y Literatura (UAEM, México) y Psicólogo (UDP). Trabaja como psicólogo clínico, investigador en literatura y codirige el sello Lecturas Ediciones. Ha publicado Diario en pena, Paraná, Cuernavaca y, en coautoría, Prohibiciones & títulos, así como una serie de discos de rock y música experimental.

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