Carlos Henrickson
Juan Pablo Navia: Nuevas vías de extravío
Editorial La Finestra, 2023. 72 páginas
$12.000
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La poesía es siempre una forma de relación con el mundo: asumirse en aquello Otro radical que está al frente, resistirse a él, o bien palpar y reconocer el obstáculo que sabe siempre ponerse en medio. La poesía chilena desde la segunda mitad del siglo XX supo ponerse, acaso, en esta última alternativa, lo que terminaría dándole esa rudeza lúcida que reconocemos en Enrique Lihn o Jorge Teillier. Juan Pablo Navia, en el libro Nuevas formas de extravío, parece entrar al mundo de la publicación con esta conciencia bien asumida.
El mundo poético de Navia se reconoce en la soledad inevitable que adviene al ver al mundo de frente. Mas no es el mundo como espectáculo, sino en la compleja temporalidad que nos modela, la nostalgia es una emoción asociada a objetos y formas rituales que la adultez ha terminado por vaciar:
“UN NIÑO MONTA SU ALTAR
con piedras y palos de helado de otro verano
un cangrejo devastado es la deidad
nadie llora en este sepelio
la garúa expía tus culpas
y el petricor es un atajo a la infancia rota
no recuerdas la última vez que llevaste flores a tu madre”
La compleja temporalidad que nos modela es, en principio, la familia. Navia se las arregla para no cometer la obviedad de llevar al lector hacia las imágenes de su memoria, sino que se nos plantea desde el ahora de la pérdida:
“PAÑOS DE SACUDIR
lástima que solo quiten el polvo
y no cicatrices de la foto familiar
con otros ojos vemos
los traumas que vienen de los primeros años
los recuerdos más preciados también”
Así, la perspectiva del hablante hace que no veamos la foto familiar de frente. Este trabajo de imagen reivindica la jerarquía de la visualidad sobre aspectos narrativos. Navia sabe adónde llevar nuestra mirada para recomponer una emoción compleja:
“BROCHAS Y BOTELLAS DE AGUARRÁS
diarios viejos, necesidad de olvidar
pintamos toda la casa
sin dejar caer ni una sola gota de pintura
pero las lágrimas”
Con ello, Navia no recurre a un sentimentalismo a flor de piel, sino que a una emoción trabajada que cae a flor de ojo. No se puede sino pensar en Teillier, cuya influencia es sin duda asumida y honrada por el autor.
Aunque quedarnos allí no nos refiere a todo lo que el libro entrega. Hay una tenue ironía que surge, que bien nos acerca más a Nicanor Parra en la conciencia de que el campo de esta batalla es el lenguaje, y es el lector quien decide el fin de la contienda:
“CORTAR EL HILO
rojo
nadar en el mar
muerto
lloro/as/amos
hasta luego”
“SÍSIFO NO TIRÓ MÁS LA PIEDRA
se sentó en ella
a la mierda –pensó”
El humor, sabemos, es una de las formas superiores de adaptarse ante lo ajeno que se muestra hostil. Pone a prueba la seriedad y la rigidez del mundo, en una instancia en que se puede tener de nuevo la emoción gratuita de la niñez. Esto, en alguna medida es lo que al fin nos sabe entregar Juan Pablo Navia, que nos sabe entregar cómo existe una propia y singular seriedad y compromiso en el juego, en la vida o en la poesía.
“CANCHA EL GALLINERO
fútbol con los amigos
siempre dará como resultado
otro guiño a la niñez
en lo indescriptible del juego
brotes y paroxismo de euforia
tú también sentiste que ganabas la Copa del Mundo
cuando metiste el último gol”
Carlos Henrickson (1974). Escritor, traductor y ensayista. Ha publicado An old Blues songbook (2006); Esplendor (2011), entre otros. Se especializa en traducir del ruso a autores y autoras como Lev Tolstoy, Marina Tzvtáyeva y Vladimir Mayakovsky.