Laurita es una mujer joven que está muriendo, pero lo
que llama la atención es que es el único de los roles que
tiene un nombre compuesto. Es Laurita y el Cáncer.
Llevar el compuesto “y el Cáncer” nos enfrenta a que el
rol protagónico está absolutamente acompañado de la
peste. Esa peste que bien podría ser el Cáncer de
manera literal o una metáfora de fracasos femeninos
desde los orígenes de los tiempos (…)
El trabajo dramatúrgico de Carla Zuñiga es un trabajo
que me emociona en toda su plenitud; por la intensidad
con la que escribe, porque propone estructuras
parecidas a las de la tragedia griega que se vuelve
siempre atingente a cualquier tiempo. Por lo barroca de
sus palabras que me recuerdan al travestismo que tanto
amo. Porque rompe las estructuras de una ficción (el
género) que moldea nuestros cuerpos en una realidad,
la mayoría de las veces, oprimente. Deprimente.
Demente. Prepotente.
Una estética dramática soberbia en su escritura y que
constantemente cruza los límites más profundos del
amor.
Javier Casanga