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Que escriban si pueden lo demás

Por Rodrigo Hidalgo

Por Rodrigo Hidalgo

Cristián Gómez Olivarez: El libro rojo
Editorial Aparte, 2023. 128 páginas.
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Hay un libro rojo de Jung y uno de Mao. El de Jung es la imaginación activa, la confrontación voluntaria del consciente al inconsciente, el intento de un diccionario de símbolos para interpretar los sueños. El de Mao lleva el pensamiento marxista nacido proletario y alemán al campesinado semifeudal chino. Si hay un hilo u arco entre ambos libros, es la poesía la que puede develarlo. Gómez traza, de Jung a Mao, una órbita plagada de imágenes y símbolos sin desatender las injusticias sanguinarias del mundo en su paradójica búsqueda de justicia. Paisajes, referencias, circunstancias, hechos históricos, memorias íntimas, escenas domésticas, epifanías, la dictadura, el capitalismo, la debacle. En palabras de Silvia Goldman, en el libro rojo de Gómez “hay poemas que deben mirarse de modo horizontal y hacia lo largo, que están a la altura de los acontecimientos, que nacen como una bandada de estorninos, que planean y vuelan al ras, buscando entenderse y darse a entender ante el horror”.

Así, la poesía de Cristián Gómez me hace pensar en la de Andrés Andwanter, en la de Kurt Folch, en la de Camilo Brodsky. Esta es una apreciación subjetiva, por supuesto. También pienso en la “literrotura” de Alejandra del Río. Soy plenamente consciente de que estas filiaciones imaginarias podrían despertar la desazón y acaso hasta la molestia del autor, cuando no la de los otros escritores aludidos. Sin embargo, me amparo en el hecho de que al leer El libro rojo de Gómez, el lector se encontrará con versos y poemas que le hablan directo a esos interlocutores que son los poetas: “La historia de la poesía moderna es la historia de las libertades que los poetas se han tomado con la idea del yo”. Juego de espejos: ese yo, es tú. Recuerdo a Jung y vuelvo de nuevo a Gómez, que llama a apelar al inconsciente sólo cuando sea necesario. Hay un hablante que (se) interpela sin tregua, que se toma una confianza desafiante: dame un par de nombres propios para que el nombre científico de los robles guarde algún sustento y tenga una mínima relación con lo que estamos por definir. Juego de espejos al cuadrado: ese tú, es nosotros. Un coro en el que confluyen Rulfo, García Lorca, Gabriela Mistral, Allen Ginsberg, y un largo etcétera.

Gómez comienza, por ejemplo, invocando al poeta Andrés Morales, emblemático profesor de los Códices de Gómez Millas, para invitarlo a remontar el cauce de la historia o de los hechos, como quien es mandado a un mausoleo. El libro termina dedicándole a los poetas Carlos Cardani y Carlos Soto Román, “uno contra la escuela nominalista”, en lo que parece una abierta acusación, un mentís, a propósito de la relación entra la palabra y la realidad, donde los dos autores mencionados anteriormente, son artífices o cómplices de proponer la utopía de la transparencia universal. A Gómez le parece que ya no hay inconveniente para reclamar el derecho a decirlo todo.

Una poesía hecha de la meta-discusión lingüística, literaria y poética, ergo política, que junta memoria y circunstancia en un causeo salpimentado de sintaxis, acentos e idiomas. Poesía que es ante todo lenguaje y lengua de fiesta, que se regocija en su mitocondria para lanzarse en franca proclama “Contra el Estado de bienestar” y “Contra la presencia de elefantes en las cristalerías”, exigiendo que dejen de llenarse la boca con la realidad, que insiste en que decir es querer decir, y que remata: que escriban si pueden lo demás.

Rodrigo Hidalgo Moscoso (Santiago, 1976). Periodista y profesor de lenguaje y comunicación, diplomado en crítica cultural y en edición profesional, y magíster en comunicación social (U. de Chile). Es director de Fundación Manoescrita, se dedica al fomento lector y dicta talleres literarios para públicos de todas las edades. Dirigió el Centro Cultural Manuel Rojas entre el 2010 y el 2015; fue coordinador del área de literatura de Balmaceda Arte Joven y director del sello editorial de dicha corporación (2005-2017); e integró el comité editorial de la revista La Calabaza del Diablo (1998-2004). Es autor de la novela Desafinan con el frío (La Calabaza del Diablo, 2013).

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