Destacada poeta peruana. Licenciada en Letras y Educación por la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos. A partir de 1947 se desempeñó como colaboradora de la revista Las Moradas
que dirigía Emilio Adolfo Westphalen. En 1949 emigró a París en donde entabló cercana
amistad con Octavio Paz, figura determinante en su obra, y quien la contactaría con
intelectuales y artistas como Sartre, Simone de Beauvoir, Henri Michaux y Alberto Giacometti,
entre otros. Tras vivir en París se trasladó a Florencia y, más tarde a Washington, ciudades en
las que se desempeñó como traductora y periodista. En 1962 retornó a Lima de modo
permanente.
Publicó ocho libros de poesía: Ese puerto existe (1959), Luz de día (1963, 2020), Valses y otras
falsas confesiones (1972), Canto villano (1978), Ejercicios materiales (1993, 2024), El libro de
barro (1993), Concierto animal (1999) y El falso teclado (2001).
Texto contracubierta
Ejercicios materiales (1993) de Blanca Varela es posiblemente una de las obras más
descarnadas y subversivas de la poesía hispanoamericana de las últimas tres décadas. En ella
la célebre poeta peruana, luego de una primera etapa marcada por la influencia del
surrealismo en pequeñas dosis y el existencialismo, explora con agudeza crítica el cuerpo en
sus múltiples dimensiones y aristas. Este es el vaso comunicante con la materia, la naturaleza,
los demás seres, la corruptibilidad del devenir, lo sagrado, la animalidad interna, la sabiduría
más allá de la razón y la impureza de la vida cuyo sentido final siempre se escapa (“de lo
inexacto me alimento” escribe en el segundo poema).
Lo anterior se establece desde su mismo título, el que hace explícita referencia a los Ejercicios
espirituales (1548) de San Ignacio de Loyola. Pero, a diferencia del monje español que
pretende que el alma se despegue de la carne y del mundo para estar más cerca de la
trascendencia divina, Varela abandona no solo de manera irreverente y hasta blasfema a dios
(lo escribe con minúscula), sino que también a la metafísica y el discurso religioso para
centrarse en el reconocimiento de la corporeidad necesaria para el conocimiento.
En Ejercicios materiales se confunden las fronteras entre el cuerpo y el alma, lo bajo y lo alto,
la ternura y la crueldad; los poemas se escriben desde un margen u orden distinto que busca
desmantelar la farsa y la disonancia en vez de la perfección. Tal como lo indica Tania Favela en
el preciso e incisivo epílogo que se incluye en esta reedición: “la poeta peruana nos enfrenta
con la realidad en bruto. Se podría hablar de una escritura cáustica, mordaz, sin concesión
alguna para quien lee; magnética y repulsiva a un mismo tiempo: salvajemente humana”.