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Poesía como método y praxis

Por Carlos Henrickson

Nicolás Letelier: Habitaciones parcialmente destruidas
Editorial Aparte, 2023, 44 páginas.
$7.000
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Uno de los fundamentos de la práctica artística es, lo sabemos, la aspiración -imposible, por cierto- de resolver el inevitable desacuerdo del sujeto sensible con el mundo. En lo que refiere a la poesía, esto se hace evidente en la voluntad lírica, que expresa el anhelo a través de una emocionalidad sublimada; menos evidente, quizás, es cuando la modernidad forzó a la poesía a buscar otras voluntades de escritura distintas. Como ejemplo de esto, Habitaciones parcialmente destruidas representa bien una conciencia sobre el oficio literario que sabe ponerse a la altura de su época.

La escritura de Letelier no es ingenua, y ni siquiera busca situarse desde una posición de inocencia frente al mundo. La ironía de su tono muestra el desajuste de su hablante desde el punto inicial, tanto en los epígrafes como en el primer poema del libro “De la clase media media”, en que parece declarar ostentosamente su distancia íntima con la forma de vida que le toca llevar. No obstante, su descreimiento no llega a aplicarse a la posibilidad de sobrepasar este desacuerdo a través de una comprensión que, paradojalmente, solo puede realizarse a través de la poesía.

El poema “Charles Robert Darwin 1809-1882” representa bien esto. El hablante toma el rol del científico británico, recorriendo el transcurso de la formulación de su teoría evolutiva. La mención de Charles Lyell y de Alfred Wallace, revela que, si bien el texto recorre observaciones y viajes de Darwin, acá se trata en el fondo de la formación del método, es decir, una visión que no desea ser simplemente impresionista. En este trecho, es inevitable una aproximación distinta hacia el mundo:

“Una mañana de otoño

hace tres días que llueve

es una mañana heroica

sumergido en el letargo

de las bestias azul abstraído

cianuro el frío es vida vapores

emanan por sobre todo lo noble

nuestras narices nuestras bocas

ulceradas una felicidad se desborda

se alinea con el sol y nos hace partícipes.”

El tema de este fragmento sugiere la unidad fundamental de la vida, pero percibida a través de una sensibilidad intuitiva. Esta unidad eventual entre quien observa y lo observado sugiere una determinación de la poética de Letelier que no se resigna a la solución fácil de la distancia o la intimidad absoluta con la realidad, sino que entiende la labor de construir la comprensión a través de un forzamiento dialéctico de la mirada, que pugne por comprender más que por explicar o asumir una pasividad ante el mundo.

El poema que lleva el nombre del libro, trata precisamente sobre la fragilidad inevitable de la visión del sujeto humano y de sus construcciones. El esfuerzo constructivo solo logra realizar una edificación en que “con el tiempo/ solo quedarán pequeñas habitaciones/ parcialmente destruidas”. La aspiración frustrada –parcialmente– es reveladora de que el sujeto y sus creaciones son inevitablemente perennes, ante lo cual el hablante debe, junto con la mirada escrutadora sobre el mundo, asumir un modo de vida que se haga cargo, que incorpore, esta limitación fundamental.

Es aquí donde hallamos la síntesis de la voluntad poética de Letelier: una experiencia de la vida en apertura emocional e intelectual que implica una ética específica.

“Y todo le sucede a la bestia

desde tomar un taxi trucho

a tener que dejar los azúcares

o pagar la hipoteca y pensar que

podría estar mejor al ver correr

el agua a orillas de este canal

de este sauce bucólico pero

se perdió mi encendedor y se

mojaron los cigarros y la cerveza

se acabó porque todo le sucede

a la bestia en el día en la noche

ve películas de Randolph Scott.”

La escritura de Letelier es una escritura fiel a su tiempo y al lugar en que se instala. Aquí es donde encontramos la unidad íntima del volumen: la actualización siempre renovada, tras Baudelaire, de la poesía como praxis, síntesis entre comprensión y vitalidad. Estas habitaciones están armadas para que se recorran asumiendo que no se les podrá habitar. La poesía, acá, no es la finalidad que querría el buscador de belleza; sino un medio de conocimiento, el planteamiento de un método que asume la perennidad y el cambio inevitables, desde una vivencia que aspira a compartirse, esto es, ya no solo un libro como objeto que permite una contemplación artística.  

Carlos Henrickson (Stgo, 1974). Escritor, traductor y ensayista.  Ha publicado An old Blues songbook (2006); Esplendor (2011), entre otros. Se especializa en traducir del ruso a autores y autoras como Lev Tolstoy, Marina Tzvtáyeva, Vladimir Mayakovsky, entre otros.

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