“Aguantadora como buena discípula de Cristo y no una católica cualquiera, Dalia Rosetti –la chica que mejor besa en Buenos Aires– no le teme a la autoridad ni a casi nada. Joven hereje y salvaje, heroína inocente en busca de su deseo incierto, nos lleva esta vez al borde de su propio pozo. Y como Alicia pero desde la chimenea del rectorado de un colegio de señoritas –con directora perversa y todo– se hunde o se eleva y nos arrastra en un viaje onírico lleno de sabiduría y humor. Traficantes de pelo, santas, jinetes perdidos, varitas mágicas, pistas de baile, bares, baños, romances y cantares, entrega y devoción, alcohol y corazones tristes. Sueños y pesadillas vuela como una ráfaga porque Dalia Rosetti escribe como sueña, pura fluidez y delicadeza. Los diálogos son tan brillantes que encandilan. Sus reflexiones acarician y duelen. Todos queremos ser como Dalia, gritar nuestro deseo, divertirnos, huir hacia arriba y también seguir contándonos cosas para sentir que existimos realmente”.
Maitena“¿El poder y la voluntad son lo mismo? A veces creo que sí. Porque todo poder entraña una ausencia, la de lo que no se hizo en el momento deseado y justamente la voluntad viene a rellenar ese vacío, que puede ser doloroso e intolerable… La noción de poder es la de persistir, la de cubrir con un hechizo cada acto de la vida con el deseo de ir más allá. ¿Se puede escribir con el deseo? En eso pienso siempre cuando leo las novelas de Dalia Rosetti, a esta altura ya inolvidables. Cuando pienso en un mito y en una realidad, cuando desprecio todo lo que amé, solo hay algo que me trae de vuelta, y son estas páginas, cargadas de emoción, de chistes pueriles, tontos, brillantes. Quisiera gritarlo en cada casa, en cada esta, en cada bar. Dalia Rosetti es divertida de verdad y a veces su diversión nos lleva hasta las lágrimas. Llorar, reír, atesorar, es casi siempre lo mismo. Las aventuras de Dalia en Sueños y pesadillas son iguales a las de sus ya clásicos libros, porque la maravilla no tiene diferencia”. Francisco Garamona.
