De todas las mujeres siniestras, seductoras y transgresoras, que alimentan el imaginario occidental, ninguna goza de una reputación más espeluznante que Medea. Judith, Salomé, Jezabel, Dalila, Lady Macbeth, asesinaron o traicionaron a hombres adultos, pero los crímenes de Medea son más escalofriantes, ya que además de atribuírsele haber matado a su hermano menor, se dice que sacrificó a sus hijos para vengarse de Jasón, su marido. (…) La historia ha sido contada una y otra vez a lo largo de los últimos dos mil quinientos años. Se la ha utilizado como fuente de poemas, obras de teatro, pinturas, novelas y óperas, de las cuales hay por lo menos veinticuatro versiones. Cada artista se ha inspirado en las diversas tradiciones, y ha hecho sus propios cambios y agregados.
Pero Medea no es una alegoría simplista. Como un túnel poblado de espejos, refleja y genera ecos. La pregunta que le hace al lector, a través de diversas voces y de diferentes maneras, es: ¿Qué estarías dispuesto a creer, a aceptar, a ocultar, a hacer para salvar el pellejo, o sencillamente para permanecer cerca del poder? ¿A quién estarías dispuesto a sacrificar? Duras preguntas, y formularlas es la tarea compleja pero esencial de este libro implacable, ingenioso, brillante y necesario.
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