A fines del siglo XIX, celebrar la descomposición obliga a dar un insólito bautismo a lo moderno. Nacido entre dos épocas, el decadentismo, incipiente varguardia literaria, encontró en la desintegración de las formas clásicas la fuente e inspiración de su estilo. En tanto su misión no fue la de fundar, sino principalmente la de destruir para así abrir paso a una experiencia estética nueva, los decadentistas no constituyeron lo que se dice una escuela literaria, y quizás sea este uno de los factores que provocaron su elocuente ausencia en las historias de la literatura.
El decadentismo equiparó el texto literario con un tóxico, con un discurso cuyo vigor está en su capacidad de corromper. Esta antología intenta recuperar ese factor contaminante que aracterizó al decadentismo y que se propagó por igual en el café, el cabaret y en un sinnúmero de publicaciones tan efímeras como provocativas. Sus páginas albergan cuentos, nouvelles, crónicas y una diversidad de textos breves en prosa; regiones inexploradas de la ciudad y del pensamiento, alucinaciones, máscaras, trajes extravagantes, espiritistas, alienados, vindicadores y apóstoles de la violencia, llamados constantes al artificio y, sobre todo, ese desánimo corrosivo cuyas ruinas dispersas fueron una referencia insoslayable ara buena parte de la literatura del siglo XX.