Samuel Butler (1835-1902), novelista y ensayista de la Inglaterra victoriana, es conocido principalmente por su novela Erewhon. Pero no sólo logró superar el olvido, sino inscribir su pensamiento en puntos intensos del debate científico y filosófico contemporáneo. Gregory Bateson, por ejemplo, lo reconoce como un maestro, y es evidente la inspiración butleriana en la idea de que el desarrollo biológico involucra procesos de “aprendizaje” y de transmisión de “conocimiento”. Deleuze y Guattari lo invocan en El Anti-Edipo para explicar la hipótesis de un inconciente maquínico y el concepto de máquinas deseantes.
Vida y hábito (1877) explica por qué. Es el despliegue de un conjunto de hipótesis que van destejiendo la trama fundante del pensamiento occidental: el abismo entre lo humano y la naturaleza. ¿Existe evidencia para negarle a los seres inferiores la amalgama de atributos que constituye el monopolio de lo humano: juicio, intención, sentido de la necesidad, y principalmente memoria? ¿Es el “instinto” una explicación, o es más bien la confesión de que ignoramos cómo ciertos seres llegan a saber ciertas cosas? Y si la diferencia entre el hombre y una ameba es de grado y no de naturaleza, ¿no es el desarrollo actual de las civilizaciones, los hombres con sus hábitos y sus máquinas a vapor, el modelo más cercano de evolución natural?
Butler contrasta los datos y los debates de la ciencia con la experiencia de “un hombre corriente”, a menudo con humor e ironía, y sin abandonar sus artes de novelista. ¿Cómo reaccionaría Londres si fuera viviseccionada como una rana? ¿Qué le pasa a un grano de trigo que se descubre de repente en la molleja de una gallina? Y si un ser superior al hombre posara su microscopio sobre nuestras minúsculas y caóticas ferias de frutas y verduras, ¿no elucubraría todo tipo de teorías absurdas acerca del “instinto” que le permite a cada verdulero reconocer su puesto ambulante? Vida y hábito es en un sentido una obra literaria, la imaginación de una utopía, de un lugar inexistente e imposible para la cultura occidental: pensar más acá de la frontera entre lo humano y lo natural.