“¿Qué importa quién habla?” En esa indiferencia se afirma el principio ético, tal vez el más fundamental, de la escritura contemporánea. La borradura del autor se ha vuelto de aquí en más para la crítica un tema cotidiano. Pero lo esencial no es constatar una vez más su desaparición; hay que localizar, como lugar vacío –a la vez indiferente y coercitivo–, los emplazamientos donde se ejerce su función.
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