Poco antes de morir, Virgilio (70-19 a.C.) pidió a sus amigos que redujeran la Eneida a cenizas. Contraviniendo la voluntad del poeta, Augusto ordenó la publicación de la obra, no sin antes expurgar aquellos versos que podrían provocar en los lectores de su época y en los de futuras generaciones un cuestionamiento de la imagen del héroe Eneas, en quien Augusto supo reconocer su propia figura.
Esta compleja relación entre el príncipe y el poeta es uno de los hilos de la trama de El milenio según Virgilio, obra que ilumina la naturaleza del compromiso de Virgilio con el proyecto imperial: en la visión del poeta este proyecto no culmina con Augusto sino con su sobrino y yerno, Marcelo -muerto premauramente-, en quien el poeta cifró sus esperanzas de llevar a cabo la creación de un nuevo orden político y un nuevo ciclo milenario.
En este ensayo, el primero de tres volúmenes de El milenio según Virgilio, asistimos a la reconstrucción del templo verbal prometido por Virgilio a Augusto en las Geórgicas. Siguiendo la ruta de los versos suprimidos que diversas tradiciones consignaron, y escudriñando las claves y pistas esparcidass en los propios poemas del mantuano, acompañamos a Antonio Cussen en sus descubrimientos, que develan la armazón de este templo pagano.