El hombre está preso en el calabozo de la
comisaría en la que trabaja.
Habla, habla mucho. Habla solo, monologa.
Rebalsa rabia, resentimiento y humanidad.
Recuerda, evoca, reconstituye.
El hombre se llama Franco.
Franco es un carabinero.
Soledad se construye a sí misma desde el
maquillaje, pero a diferencia de Franco, Soledad no
se esconde tras este: el maquillaje permite que su
cuerpo aparezca en gloria y majestad.
Ambos hablan para comprender(se).
Franco y Soledad no espejean la realidad, la
absorben para construir otra, capturan sus fuerzas
para levantar una nueva, que emerge con brío,
como una anomalía, como un desvío fascinante de
la realidad que habitamos.
Alexandra von Hummel