Hay que celebrar que en esta obra ninguno de los personajes es heterosexual y esto, que casi podría parecer una anécdota inofensiva, en cuanto lo importante para un teatro político no es lo que se representa, sino que la manera cómo se representa, es importante destacarlo. Todavía un beso lésbico en un escenario causa incomodidad. Los diálogos de tu dramaturgia, a través de la exageración, permiten ver la violencia en las que vivimos los disidentes a las normas del género en general y las travestis en particular. Las travestis de esta obra (Alma, Desasosiego, Desamparo, Adoración y el Travesti Sin Cara) son amigas y vecinas que aceptan su condición torcida a las normas del género y tratan de sobrevivir “pasando como mujeres”, negando su identidad ante el acoso de una mujer policía (La Carabinera) cuya única misión en la vida es encontrar a travestis: esas corporalidades que se escapan del binarismo y confunden el orden. Siempre pensé que el color verde un tanto cadavérico que portan las travestis en escena hablan de ese color de la náusea y la vigilancia que siempre pesa sobre la policía de la identidad, aunque no estoy muy segura si ese era el sentido del color que portan sus pieles.
Jorge Díaz