Es casi imposible que salgamos incólumes cuando la muerte nos
visita. Eso pensé cuando leí por última vez este libro, un univer-
so-puente entre los vivos y los muertos. En él, los poemas actúan
como si fueran hongos saprófitos, esos que se alimentan de la
materia orgánica en descomposición y mantienen así todo un eco-
sistema. Hay en este libro una celebración de la vida que no puede
sino darle rienda suelta a un imaginario expansivo, casi enciclopédi-
co, que no le teme a la mezcolanza de referencias disímiles, donde
conviven, por ejemplo, una pintura antiquísima de Japón con los
escombros a un costado del río en Talagante (y acaso podemos ver
que son lo mismo por un momento).
Las palabras nombran de muchas formas la destrucción, en fun-
ción de transformarla, haciendo cenotafios o monumentos en honor
de quienes partieron, mediante un tipo comunicación que quizá
todo poema anhela: ir más allá de las palabras. Es entonces nece-
sario generar movimientos en la hoja. Dejarse mover por diversas
frecuencias donde las palabras ondeen por la página como sopladas
por un hálito que las haga flotar, haciéndole el quite a lo inerte.
La tesitura de esta obra forma una suerte de mapa visual para
enfrentarse a la muerte, con un arrojo impertinente y una potencia
otaku y obsesiva, para recordarnos que siempre queda «un fer-
mento de luz», aunque a nuestro alrededor campee la violencia en
todas sus formas y formatos.
*Palabras de Lucas Costa
DANIEL VISCARRA
(Talagante, 1994) es
licenciado en Lengua y
Literatura Hispánica y
profesor de Educación
Media en Lenguaje por
la Universidad de Chile. Premio Mejores Obras
Literarias Inéditas (2023) con este título. Be-
cario de la Fundación Pablo Neruda (2019)
y del Fondo del Libro y la Lectura (2019,
2021). Textos suyos aparecen en Maraña (Al-
quimia Ediciones, 2019). Gestor cultural, talle-
rista y fundador de la Sociedad Literaria de la
Provincia de Talagante. Es pintor autodidacta.