Se sabe que el término curauma alude al espacio habitacional artificialmente diseñado donde operan, de manera más o menos soterrada, las restricciones de toda planificación.
A ese territorio definido, Rafael Cuevas le opone las estructuras de un artificio tan antiguo como las ciudades; sus poemas –en los que la palabra “poema” y sus protocolos estacionales están naturalmente elididos– enlazan imágenes en un estricto presente y con una gracia tan personal que despeja cada verso de cualquier antecedente.
Darle curso a una mecánica expectante que responde a una modulación de lo éxtimo, capaz de asimilar las irradiaciones del espacio público traduciéndolas con una irreprochable intermitencia estética.