Si hay un personaje en la historia reciente que merezca el calificativo de «más grande que la vida», cuya novelesca biografía ratifique la sentencia de Oscar Wilde según la cual «la vida imita al arte», no hay otro comparable al polémico y legendario maestro del ocultismo Aleister Crowley (1875-1947).
Poeta, ocultista, escalador, espía, mago, satanista, líder de culto y fundador de una nueva religión, Edward Alexander Crowley nació en Warwickshire, Inglaterra, en una familia acomodada y puritana y desde muy joven se entregó con pasión al estudio de las ciencias ocultas. En 1898 se unió a la Orden Hermética de la Golden Dawn, sociedad secreta de moda entre los intelectuales ingleses de entonces, y posteriormente se inició en la francmasonería en México.
Durante su luna de miel en El Cairo tuvo una revelación, escribió El Libro de la Ley y fundó una nueva religión, Thélema, cuya máxima, «haz tu propia voluntad» adoptó como ley de vida.
Estas Confesiones, publicadas por primera vez en castellano, recogen la fascinante peripecia vital de un personaje irrepetible.
Viajó a la India y a China para estudiar su filosofía y religión, escaló la cumbre del K2, durante la Primera Guerra Mundial vivió en Nueva York, donde ejerció como espía infiltrado en grupos proalemanes, adquirió un viejo caserón en Cefalú, Sicilia, y fundó allí la abadía de Thélema, una comuna en la que se practicaban rituales de magia sexual.
Se hacía llamar La Gran Bestia 666 y fue calificado por la prensa como «el hombre más malvado del mundo».
Años después de su muerte se convirtió en referente de la contracultura de los años sesenta, y ha sido reivindicado incluso por destacadas figuras de la música pop como John Lennon, Led Zeppelin o David Bowie.