Abgaro, rey de Edesa, se entera de un predicador y decide escribirle una carta reconociendo sus poderes y ofreciéndole asilo a cambio de que cure una enfermedad que no padece. Pide a un sirviente que haga un retrato del maestro, y en el lienzo solo se observa un cielo oscuro y las últimas luces: la estrella de la mañana, la antorcha que alumbra en lugar oscuro.
¿Cuál es la enfermedad que no padece? Podría ser esta la metáfora de la existencia del hombre: un cielo oscuro en el que el poeta a través de su voz lírica prefigura la estrella de la mañana como una guía luminosa que comprende las tinieblas, como parte de su doble naturaleza, de su transformación, de la crisálida que se convierte en polilla, del reconocerse en el otro para no reconocerse a sí mismo, traicionado la comunidad propia; exilio de la propia identidad en la del otro.
Rodrigo Rojas nos adentra, a través de un recorrido, a veces epistemológico, a veces prosaico, en lo que son las relaciones eróticas. Las constantes referencias a la historia judeocristiana de Estrella de la mañana podrán llevar al lector a reflexionar en torno a cómo enhebramos nuestras vidas en las de otros. Pero, ¿somos enfermos en realidad o nuestro mal radica en no aceptar la existencia en su crudo nihilismo y no ser capaces de trasformar una vida que siempre está al borde de la soledad y la inseguridad? Este libro nos sugiere que las relaciones humanas sean acaso cartas desesperadas para que alguien venga a curar una enfermedad, y para ello ofrecemos a cambio nuestra casa, nuestra voluntad.