Cartas de un seductor integra –junto con El cuaderno rosa de Lori Lamby y los atribulados Cuentos de escarnio-textos grotescos– la trilogía cult-porno-erótica escrita y publicada por Hilst, casi a manera de heraldo negro, a comienzos de los años noventa (década en la que, para los observadores de fenómenos recurrentes, la pornografía tiñó los destinos de la política en Brasil). Según la autora, la escritura de los tres libros fue directamente motivada por su obstinado intento de “ganar lectores y dinero” haciendo algo “fácil de leer”. Pero cuando el original de las Cartas… fue enviado a Francia con esperanzas de traducción, los editores de Gallimard dictaminaron que Hilda había transformado la pornografía en arte. Irreverente como pocos en el uso del lenguaje y la revuelta del estilo, pero reverente como nadie en su búsqueda de lo sagrado, HH cautiva con su humor acre, descerrajado como un disparo en la sien. Y a través de su literatura erótica demuestra, quizás sin habérselo propuesto, una de sus propias hipótesis: Lo erótico no es la revolución, como quería Boris Vian; la verdadera revolución es la santidad.
T.A. – B.B.