Sobre la escucha siempre ha pesado un estigma: el de ser, de entre todos nuestros sentidos, el menos fiable. Mientras que aquello que vemos y tocamos se nos revela como una realidad “objetiva”, una certeza a partir de la cual establecemos nuestro lugar en el mundo, el sonido se parece más a un fantasma; su lugar en el espacio es ambiguo y su existencia en el tiempo, transitoria. Es por ello que el sonido ha actuado desde siempre como metáfora de la revelación mística, los deseos prohibidos, lo siniestro, lo informe, lo sobrenatural y lo desconocido.
Así como en Modos de ver John Berger establece el lugar preponderante de la mirada en nuestra experiencia del mundo, en Resonancia siniestra David Toop se propone reflexionar acerca de la naturaleza del sonido y de la escucha, asumiendo como punto de partida su carácter espectral e inaprensible. A partir de estas reflexiones –organizadas de manera musical, con ideas que vuelven una y otra vez como notas recurrentes–, Toop da los primeros pasos para trazar una historia de la escucha, basándose en el testimonio que de ella nos brindan los mitos, la literatura, la pintura y la escultura. Esos medios, que pese a ser silenciosos poseen la capacidad para representar el sonido y el acto de la escucha, funcionan como dispositivos de grabación anteriores al invento del fonógrafo, permitiéndonos imaginar cómo era la vida auditiva en otras épocas y revelándonos cuál es la verdadera esencia del sonido, el ruido y el silencio. Así, al descubrir un mundo sonoro al interior de la obra de escritores como Melville, Hoffmann, Poe, Joyce, Woolf, Faulkner o Beckett, y de artistas como Rembrandt, Vermeer, Duchamp, Rauschenberg, Munch, Malévich o Twombly, Resonancia siniestra nos abre las puertas de una nueva dimensión perceptiva.