El descubrimiento de Occidente rompe la habitual visión eurocéntrica y propone una perspectiva nueva construida a partir de las observaciones hechas de una cultura extraña: la china.
Durante el siglo XIX, China se volvió a Occidente y empezó a elaborar una etnología del continente europeo. Entre los primeros embajadores que China envió a Europa, que eran en primer lugar intelectuales y habían de convertirse en diplomáticos, se discutía qué era lo que en realidad mantenía unida a esta Europa, en todos los niveles de la sociedad y del Estado.
Estas personas se pasearon por las metrópolis europeas, no dominadas por un asombro ingenuo, sino con sentido crítico y seguras de sí mismas. Su etnología se ocupa de las constituciones, de la representación, de la política y del discurso diplomático, pero también de aspectos de la progresiva modernización industrial y de la cultura de la vida cotidiana.