Que en el Vaticano anida el vicio de la avaricia es algo que se ha denunciado con bastante frecuencia, desde Dante hasta las páginas de los periódicos de nuestros días, pero casi siempre se trata de rumores, de conversaciones de pasillo, de palabras interceptadas y a menudo desmentidas. Emiliano Fittipaldi, que lleva años ocupándose de estos temas para L’Espresso, ha recopilado, a partir de fuentes confidenciales, una gran cantidad de documentos internos vaticanos que le han permitido cartografiar el primer mapa del imperio financiero de la Iglesia: de los lujos (casi) inocentes que se conceden los cardenales a los fraudes millonarios, de las fabulosas inversiones en todo el mundo al gigantesco negocio de los hospitales, de las tramas del IOR a la realidad del tesoro del papa.
Un auténtico torrente de revelaciones. La Fondazione del Bambin Gesù, encargada de recoger las ofrendas para los niños enfermos, ha pagado las obras que se han llevado a cabo en la nueva casa del cardenal Tarcisio Bertone. Sólo en Roma, el Vaticano posee casas por valor de cuatro mil millones de euros. El IOR nunca ha entregado a Banca d’Italia el listado de quienes han evadido su botín, a pesar de haberlo prometido. Para hacer un santo, o al menos un beato, es necesario pagar cientos de miles de euros. Y el hombre que el propio papa ha elegido para enderezar las finanzas vaticanas, el cardenal George Pell, ha gastado para él mismo y sus amigos medio millón de euros en seis meses.
Una investigación basada en documentos inéditos y fuentes internas de la curia, que fotografía un momento crucial de la historia vaticana, en la que un papa de nombre Francisco está poniendo a prueba la fuerza y resistencia del pecado capital que ha crecido como un parásito en el mismo seno de su Iglesia.
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