Quizás, en este tiempo de paradojas, en que el oscurantismo se exhibe hiperiluminado, sea la
noche la que pueda albergar algo más que esperanza y desespero. Quizás pueda alojar una erótica
del conocimiento, tramada como conjunción polémica y deseante, capaz de marcar el pulso ético y
político de la teoría crítica. Una ciencia nocturna, conspirativa y algo monstruosa, una ciencia
trans, o travesti, o lesbiana y puta. Una ciencia que se haga el tiempo en la suspensión del ciclo
reproductivo del capital y de su productividad diurna –en los que participan la ciencia misma o, en
todo caso, una cierta ideología de la ciencia–, para perseverar en la reflexión suspendida, para
insistir en la labranza de categorías y de problemas mejor planteados. Mejor, es decir, más cerca de
lo justo y lo verdadero. Esa ciencia nocturna sería un materialismo práctico del deseo y de la
guerra que movilice, como desde hace décadas no ocurre, los anaqueles de las ciencias, la filosofía,
la literatura. No sería solamente la ciencia de unas “voces nuevas” o “invisibilizadas” que hagan
más de lo mismo, sino unos singulares modos de ejercicio epistémico, menos contemplativo que
expectante, más del escuchar que del pronunciarse, capaces de aprender a leer en los silencios y
de darse a ser afectados por lo que no les es idéntico. Una teoría beligerante y poética, una
práctica de agonalidad común. Feminista es esa teoría capaz de leer, en la noche, los espectros.
Una vez más.
Natalia Romé (Argentina). Doctora en Ciencias Sociales, Magíster en Comunicación y Cultura y
Licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Investigadora del Instituto de
Investigaciones Gino Germani (IIGG-UBA), Profesora de la Facultad de Ciencia Sociales de la
Universidad de Buenos Aires. Directora de la Maestría en Comunicación y Cultura y Co–
coordinadora del Programa de Actualización en Estudios Críticos, en la misma institución. Miembro
de la Red Latinoamericana de Estudios Althusserianos, RELEA.
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