Con un estilo austero y musical, apasionado y obsesivo, ensimismado y sensual, Quignard se erige de nuevo en un ‘reinventor’ de autores antiguos desconocidos, en una especie de imaginador arqueológico, o un Marcel Schwob y sus Vidas imaginarias.
Caius Albucius Silus fue un autor latino que vivió hace dos mil años y del que no se conocen más que textos indirectos, de ‘segunda mano’, restituidos por otros autores –como el padre de Séneca– que lo admiraban. En un homenaje dirigido a ‘la belleza de las cosas sórdidas’, Quignard reconstruye 53 de estos diálogos o casos judiciales, que vienen a ser pequeñas novelas pre-Sade, todas ellas plagadas de violencia y sangre, de desorden, de abusos sexuales y de rebeliones contra la autoridad, ya sea ésta la del marido, la del padre, la de los amos o la del ‘pueblo soberano’ que despeña sin piedad a sus vestales mancilladas.
Unas Mil y una Noches del mundo romano durante la dictadura de César, que se abren prodigiosamente sobre la vida cotidiana de entonces, con sus secretos, sus manías, sus temores, a los que Quignard añade e imagina ‘sus reumatismos y sus tristezas’.