” MATILDE
Ir de un punto a otro, fijarse
en los ojos que la miran, si sus llaves
entran en las cerraduras.
Su boca está incompleta sin el abracadabra
dedicado a los enfermos.
“Ama a los humildes”, me dice sin preguntarse
por el rayo que se clava entre su cuerpo y el mío. “
pág. 21
Creo que estos poemas son “una cuidadosa /organización de cristales”, una península en la que cada palabra parece haber sido elegida después de mucho silencio, con delicadeza. Lo que une a estos poemas entre sí, además de estar dedicados a mujeres un poco fantasmagóricas, es la mirada de un observador que no pretende clausurar lo observado mediante definiciones tajantes, sino que muestra detalles nítidos, ángulos precisos. Así también los textos de Ignacio, que no necesitan levantar la voz: dejan ver, dejan escuchar y dejan pensar.
Andrés Florit
En La península todo pareciera estar conectado: la conciencia, la naturaleza, los acontecimientos, cada fenómeno posible: mental, material o espiritual. Surge la sospecha de estar ante una especie de hechizo en que el lenguaje ocupa libremente objetos de materias distintas, los articula y despliega para abrir una imagen inesperada que el mundo no sabía que poseía. Es como ver a alguien que escarba despreocupado en la arena y encuentra tesoros que regala con ternura a los que pasan. Creo que sólo he leído poemas tan delicados y brillantes como los de Ignacio Mardones en E. E. Cummings, de quién pienso es la reencarnación o, por lo menos, que tienen un alma de la misma especie.
Francisco Ide Wolleter