” La mujer escucha, toda la casa está en silencio. Cada mañana él ya está levantado a las cinco. Al otro lado de la delgada pared de alerce oía crujir la cama, a Anselme que se levantaba poniendo uno tras otro sus pies desnudos en el piso, luego cómo se calzaba los zapatos pesados, voluminosos y con clavos para ir a ordeñar. Al final escuchaba a los zapatos andar por las grandes piedras planas que servían de adoquín bajo la ventana. “
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Por qué leer a Ramuz
El desánimo de la II Guerra Mundial silenció la voz inconfundible de Charles-Ferdinand Ramuz (1878-1947). A lo largo de su obra, en gran parte narrativa, el escritor suizo más importante de la primera mitad del siglo XX exploró y dio vida a los paisajes montañosos y lacustres de su región natal. a contracorriente de las vanguardias de esos años, preocupadas más bien de dar cuerpo a la modernidad y al inconsciente del hombre, Ramuz prefirió retratar a la gente de la provincia francófona helvética utilizando un lenguaje coloquial falsamente realista, más cercano al lenguaje de todos los días con su “hablar mal” que a la lengua manierista que debía aprenderse en los institutos. Esta poética, que tanta polémica creó en aquellos años, fue defendida por autores como Gide Céline, y ampliamente apreciada en toda América, en particular por Juan Rulfo.