Entonces me fui inventando intereses reza la primera oración
de la novela de Nicolás González, como si nos confesara que
el corazón de lo que viene a contarnos se trata de otra cosa,
un secreto. El tenista es una novela sobre la afición, sobre
la devoción de escribir y de practicar tenis, esa excitación, la
cara de la misma moneda. Nicolás González disecciona el ri-
gor de ambas prácticas (escribir, jugar, correr) a través de un
protagonista que pareciera estar perdido, como alguien que
espera que llegue la pelota para el remate definitivo. Esa
pelota que nunca llega, que se extingue en el aire. El tenista
está escrita con la velocidad de quien corre, con esa exha-
lación, como alguien que ha atravesado grandes distancias
para robustecer el músculo de las ideas. ¿Y después? ¿Qué
hay detrás de un partido, qué hay detrás de una novela que
termina? Silencio, por favor. Estamos frente a dos deportes
de alta concentración. Nuestros mayores respetos
Entonces me fui inventando intereses reza la primera oración
de la novela de Nicolás González, como si nos confesara que
el corazón de lo que viene a contarnos se trata de otra cosa,
un secreto. El tenista es una novela sobre la afición, sobre
la devoción de escribir y de practicar tenis, esa excitación, la
cara de la misma moneda. Nicolás González disecciona el ri-
gor de ambas prácticas (escribir, jugar, correr) a través de un
protagonista que pareciera estar perdido, como alguien que
espera que llegue la pelota para el remate definitivo. Esa
pelota que nunca llega, que se extingue en el aire. El tenista
está escrita con la velocidad de quien corre, con esa exha-
lación, como alguien que ha atravesado grandes distancias
para robustecer el músculo de las ideas. ¿Y después? ¿Qué
hay detrás de un partido, qué hay detrás de una novela que
termina? Silencio, por favor. Estamos frente a dos deportes
de alta concentración. Nuestros mayores respetos