En Universales. Feminismo, deconstrucción, traducción, Étienne Balibar problematiza la noción de
universal, clarificando los debates sobre el sentido y el valor del universalismo. Esta noción, discutida
calurosamente hoy en día (podríamos hablar de una “querella del universalismo” como antes, a
propósito del humanismo) no podría ser unívoca, debe ser pluralizada, o más bien diferenciada, por dos
razones cuyo conjunto produce una dialéctica sin fin establecido: por una parte, toda enunciación del
universal (por ejemplo, los “derechos del hombre”) está situada en un marco geográfico e histórico (que
podemos llamar: una civilización) que la afecta en su forma y contenido; por otra parte, la enunciación
de lo universal no es tanto un factor de unificación de los seres humanos, como de conflicto entre ellos y
con ellos mismos. Digamos, que esta sólo une dividiendo. Todavía hace falta intentar poner un poco de
orden en esta equivocidad del universal, que a la vez engendra el extravío de los discursos universalistas
y ayuda a formular la exigencia que los atraviesa.
Al final de un recorrido “constructivo” y “deconstructivo”, tres aporías son enumeradas, relativas al
“mundo”, al sujeto colectivo (el “nosotros” y sus “otros”) y a la comunidad política (la “ciudad” o
“ciudadanía”), cuyo conjunto confiere a la nueva querella de los universales —de la cual somos
participes— su carácter indisociablemente filosófico y político. El autor propone articularlos con otros
temas que han llegado al primer plano de su trabajo filosófico en los últimos años: las diferencias
antropológicas y la traducción desigual de las lenguas que “se hablan” entre sí. A la noción de un
multiversum que se situaría, no más acá sino más allá de la unidad, se puede hacer corresponder al nivel
de los individuos la figura de un sujeto cuasitranscendental, para quién la cuestión ontológica que lo
constituye, al mismo tiempo que lo condena a errar, es precisamente la de la multiplicidad de las
diferencias de lo humano.